16.6.17

OCASO


Por Héctor Corti

Vagabundo. Sin techo. Indigente. Mendigo. Vago. Menesteroso. Persona en situación de calle. Claudio jamás pensó que algún día ya no tendría más un nombre. Pero que podía ser nombrado de maneras tan diferentes. Y que todos conviven en él.

Lleva demasiados años en la calle. Resistiendo. Resistiendo sin saber por qué. Resistiendo a todo y a todos. A las inclemencias del tiempo. A los umbrales fríos y duros. A los refugios improvisados. Al hambre. A no tener nada. A hombres y mujeres como él. A quienes son capaces de cualquier cosas por sobrevivir. A que la ley de la selva prevalezca por sobre la solidaridad y la camaradería. A que el igual sea distinto y hasta un enemigo. Y al desprecio. Sobre todo al desprecio. A esas miradas, mezcla de conmiseración y asco. Miradas que prefieren verlo lejos. O mejor, no verlo. Miradas de gente incapaz de pensar que alguna vez fue como ellos. O que también ellos pueden llegar a ser como él.

Tortugas humanas.

Así se piensa y los piensa. Como tortugas humanas. Se ve y los ve. Con sus pocas miserables pertenencias a cuesta. Con andar lento hacia ningún lugar. Deambulando. Buscando sin encontrar. Cumpliendo un destino que no se puede torcer.

Todos tienen historia. Él tiene historia. Pero a nadie le importa su historia. Ni siquiera a ellos. Ni siquiera a él. No vale la pena recordar. Que la tristeza se asome a la luz. Que aquellos viejos tiempos, cuando él era como los que hoy no lo quieren ver, quede protegido por una profunda oscuridad. La oscuridad de no contar. La oscuridad de no saber.

A veces se pregunta qué es la muerte. Se pregunta si se puede estar muerto en vida. Si se puede estar muerto más allá del corazón latiendo y los pulmones llenos de oxígeno. Y duda en la respuesta. Duda porque no está muy seguro de estar vivo. O si tal vez vive una larga agonía hacia la muerte física. Si vive el ocaso de su vida.

Busca caminando. Camina buscando. Busca y camina mucho. Camina buscando con tiempo en el tiempo. Camina con sus pocas miserables pertenencias a cuesta. Camina como una tortuga humana. Busca siguiendo un destino. Camina y encuentra un destino que no puede torcer.

Llega. El mar está revuelto. Creciente. Devorando metro a metro la playa solitaria. Él se siente extenuado. Descansa contra una duna. Con la mirada perdida. Apuntando a la finitud del horizonte. El sol agotado, despliega débiles rayos. Rayos incapaces de dañar sus ojos. Rayos que anuncian un final. Anuncian el ocaso del día.

Él se duerme. Se duerme profundo. Pero no como siempre. Se duerme con placer. Como si buscara la eternidad. Y sueña. Sueña con el mar calmo. Con una playa interminable. Sueña con un nuevo amanecer.